Según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), un porcentaje significativo de menores de dos años en Ecuador enfrenta desnutrición crónica, lo que afecta directamente su crecimiento y bienestar. La OPS destaca la importancia de las primeras etapas de vida como clave para prevenir este problema.
Las estadísticas muestran que el índice de desnutrición crónica en el país alcanza el 20,1%, con cifras más alarmantes del 33,4% en comunidades indígenas, mientras que desciende al 19,2% en la población mestiza, según la Encuesta Nacional sobre la Desnutrición Infantil (ENDI) del año pasado.
Expertos como Daniel Antiporta, asesor de la OPS, resaltan que factores como el nivel educativo de la madre inciden en estas estadísticas, siendo la desnutrición crónica más prevalente (26,3%) en hijos de madres sin educación formal, en comparación con el 12,7% en hijos de madres con educación superior.
La desnutrición crónica infantil no solamente tiene consecuencias a nivel físico en los niños, sino que también afecta su desarrollo cognitivo y cerebral. Este problema se ve agravado por la inseguridad alimentaria que afecta aproximadamente al 36% de la población en Ecuador.
Las repercusiones a largo plazo de la desnutrición crónica incluyen un mayor riesgo de enfermedades crónicas no transmisibles, así como limitaciones en el desarrollo personal y social de aquellos afectados, disminuyendo su productividad y calidad de vida.
Desde una perspectiva económica, la desnutrición crónica infantil representa un coste significativo para Ecuador, equivalente al 4,3% de su Producto Interno Bruto anual, repercutiendo en sectores como la salud, la educación y la productividad general. Por cada dólar invertido en el bienestar infantil se estima un retorno de 17 dólares, lo que destaca la importancia de abordar este desafío de manera integral.