En un entorno caracterizado por avances tecnológicos constantes, es común que aplicaciones y sistemas operativos dejen de funcionar en dispositivos más antiguos. La obsolescencia programada, que impulsa un ciclo de consumo continuo al diseñar productos con una vida útil limitada, afecta a millones de usuarios en todo el mundo. Compañías como WhatsApp y Windows son ejemplos destacados de esta tendencia.
La obsolescencia programada es una estrategia empresarial en la que los productos se diseñan para tener una vida útil específica, lo que obliga a los consumidores a reemplazarlos con frecuencia. Esta práctica, ampliamente adoptada en la industria tecnológica, tiene consecuencias significativas tanto en el consumo como en el medio ambiente.
WhatsApp, una de las aplicaciones de mensajería más utilizadas a nivel global, decide dejar de ser compatible con ciertos modelos de teléfonos en determinados momentos. Según Meta, la empresa matriz de WhatsApp, esta decisión se basa en la incapacidad de algunos dispositivos para soportar las nuevas actualizaciones de seguridad y funcionalidad.
Los desarrolladores de software deben asegurar el correcto funcionamiento y la seguridad de sus aplicaciones, lo cual puede ser complejo en dispositivos antiguos que no pueden adaptarse a las nuevas características y medidas de seguridad.
Microsoft también se suma a las prácticas de obsolescencia programada. Ha anunciado que la versión 22H2 de Windows 11 dejará de recibir actualizaciones en octubre de 2024, dejando desprotegidos a los dispositivos que operan con esta versión y exponiéndolos a posibles amenazas de seguridad.
Al igual que WhatsApp, mantener la compatibilidad con versiones antiguas del sistema operativo puede resultar costoso y complicado. Las nuevas versiones de Windows incluyen mejoras de seguridad y funcionalidad que son incompatibles con hardware obsoleto.
La obsolescencia programada tiene un impacto importante en los consumidores, quienes se ven forzados a adquirir nuevos dispositivos y realizar actualizaciones con regularidad. Además, contribuye a la generación de residuos electrónicos, con consecuencias negativas para el medio ambiente. Algunos países han prohibido esta práctica debido a sus implicaciones perjudiciales.
A pesar de la presencia de la obsolescencia programada, los consumidores pueden tomar medidas para reducir sus efectos, como investigar antes de comprar, optar por productos reparables, mantener actualizado el software y reciclar dispositivos obsoletos en lugar de desecharlos.