La ciudad de Guayaquil considera al encebollado como una auténtica joya culinaria, representante de su diversidad gastronómica que también incluye exquisiteces como el cangrejo, caldo de salchicha y guatita.
Las raíces históricas de esta delicia se entrelazan con antiguas culturas y la tradición pesquera, creando un legado culinario único e inolvidable.
Hace más de cuatro décadas, el encebollado vio la luz en Guayaquil, convirtiéndose en el pilar de la gastronomía local. Picanterías icónicas como 'El Pez Volador' y 'El Tiburón' han contribuido a su prestigio y reconocimiento.
La historia de Alberto Mero Cedeño, propietario de 'El Tiburón', es un ejemplo vivo de cómo la pasión por la cocina ha sido transmitida de generación en generación en la ciudad portuaria.
Figuras prominentes como Jorge Rodríguez y viajeros internacionales han sucumbido al encanto del encebollado, admirando su sabor único y revitalizante que lo ha convertido en un símbolo nacional.
Los galardones recibidos a nivel internacional, como el reconocimiento de 'Taste Atlas', confirman la trascendencia global del encebollado, destacándolo como un emblema representativo de la culinaria ecuatoriana.
Desde la receta original hasta sus variantes regionales, el encebollado sigue siendo un tesoro culinario que refleja la riqueza gastronómica del Ecuador, cautivando paladares dentro y fuera de sus fronteras.
Acompañado de chifles o pan, este plato continúa siendo venerado por los habitantes de Guayaquil, quienes lo consideran mucho más que una simple sopa de pescado.
Con un precio accesible y una tradición arraigada, el encebollado se posiciona como un ícono culinario que perdurará en el tiempo como parte esencial de la identidad gastronómica de Guayaquil.