Tras una fuerte inversión económica, se erigieron 85 centros educativos innovadores en diversas provincias ecuatorianas durante un lapso de ocho años. A pesar de ello, surgen cuestionamientos en torno a la eficacia y los resultados de esta iniciativa educativa.
La sociedad clama por transparencia en la rendición de cuentas de los fondos públicos invertidos en proyectos educativos vanguardistas. Aunque las expectativas eran elevadas, persisten dudas sobre la efectividad y los logros académicos alcanzados.
Desde la cartera de Educación se definen estos centros como referentes de calidad educativa, fundamentados en enfoques pedagógicos e innovaciones administrativas. El propósito es ser faros de excelencia y mejorar el acceso a la educación en áreas rurales.
Expertos señalan que, pese a ser un proyecto emblemático, las escuelas han recibido críticas por su accesibilidad y cierre de instituciones comunitarias. Aunque se han inaugurado varias instituciones, su impacto en la educación ha sido objeto de debate, con algunas de ellas en estado de abandono.
Un informe regional describe el escenario de algunas escuelas del proyecto, donde la moderna infraestructura no se tradujo necesariamente en mejoras educativas concretas. Se resalta la necesidad de combinar la inversión física con transformaciones en el enfoque pedagógico para lograr avances reales en el rendimiento estudiantil.
Estudios periodísticos y académicos han evaluado el impacto de estas iniciativas, identificando desafíos y áreas de mejora en el sistema educativo ecuatoriano. La monitorización constante es esencial para garantizar una educación de calidad en el país.